Venerar la dicha y la codicia
por el palpar con las manos
la incauta necedad de los fuegos
que sucede la lumbre y restaura mi receta
no basta para pretender la cocina.
Privilegio ser poeta o lírico si me da la gana,
avidez, que con el titulo de aedo suplo el de cocinero
cuando el fausto callar de los diplomas
que aguardan llegar a mi armario
y adornar el atavío que luce en mi la chaqueta blanca
pero carece del sombrero en copa para ser cabal.
Sin pretender campechanamente
pasar por alto la erudición que han de dejar
los crueles barrotes de esparrago y puerro
confinándome en esa fría cocina
de licores y adeptos verdugos de sabor y aroma
que conquistan aislarme del calor de la prole en el hogar
y hasta la sofocante y tórrida compañía de mi amada...
... son nada mas un duplo en ofrendas
de oblación y abnegación
que adjudico en mi presente
como aporte intimo e ineludible
al deseo somático y emocional de pretender la cocina.
Ofrendas que me apartan de deseos
carnales y frutales
pero entretanto me atestan y colman
de dicha y satisfacción
al elogio de Galofre mi maestro y mentor
por el plasmar de su precepto
mi consagración en la porcelana.
Inverosímil y paradójica forma de hablar
cuando pretendí, hoy ejercer poesía
de inocencia y ventura
especias y rimas
pero hay es donde yace el saber
que No basta con Pretender
pero privilegio como se me da en gana
de ser poeta o cocinero.